jueves, 23 de enero de 2014

Sin queso, por favor

 Y si de egobloggers iba el tema la semana pasada dirigo mi objetivo esta a los cocineros, pinches, chefs o cocinerillos que inundan de sabores o sinsabores las parrillas televisivas españolas. ¡Que hartura! Uno que se enfada con medio mundo, otros que limpian menos que Espinete en Barrio Sésamo, unos niñatos repelentes con aires de grandeza, zancadillas culinarias adobadas con la más amarga de las especias entre compañeros de sueños y utopías. Un lío de aúpa ante el cual los pobres españolitos nos postramos derramando babas y babillas en el sofá de casa mientras engullimos un triste huevo cocido maridado con 135 gamos de judías verdes, del país, por supuesto.

 Uno, bueno, dos, vale, tres...empieza la cosa a apretarse, cuatro, auxilio que me atraganto, cinco igual pongo la reposición de "Cine de barrio", seis estoy en la puerta de la ferretería comprando soga, de la resistente...y al séptimo día descanso, por favor.

 Y no seré yo quién critique el arte culinario de esta bendita tierra ¡no! Que lo hay ¡y del bueno! ¡del mejor del mundo! añadiría. Yo, sólo, seré quién en defensa de mis sacrificados compatriotas alzaré la voz, enérgica y a la vez serena en contra de la asfixia colectiva de la caja tonta y de esos, de los más excelsos manjares que de ella salen.

 Mientras tanto, degluto los restos de la batalla librada contra ese glorioso huevo duro y sus verdes compañeras, que antes eran judías y ahora están jodidas y que suelen acompañarme en las frías noches de invierno.



 ¡Bon appétit! que dirían en otras latitudes.



 

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