miércoles, 7 de marzo de 2012

Huellas lejanas, ajenas...

El sol yacía en el lecho del ocaso. Sus últimos rayos acariciaban la fina y dorada arena. Sobre la playa solitaria se adivinaban unas huellas lejanas, ajenas, que el vaivén de las olas borraban insistentemente como un sueño pasajero.

Apenas pisó la arena de aquella playa esbozó una enorme y sonora sonrisa, vinieron a visitarle emocionantes recuerdos de su pasado, de su infancia, de su juventud, recuerdos e historias que enlazaban irremediablemente con el futuro que acababa de iniciar. Porque no hay nada más bonito que volver a sonreir en los lugares donde uno fué feliz.

2 comentarios:

  1. no hay nada mas bonito que volver a sonreir en el lugar en donde uno fue feliz¡¡¡¡¡¡
    un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Otro para ti...anónimo/a y gracias por leerme.

    ResponderEliminar