Se vuelve a leer en prensa regional el deseo e interés de no se quién o quienes de conectar con una pasarela "peatonal" el ya destrozado paraíso natural de La Manga del Mar Menor con su población vecina San Pedro del Pinatar. Una aberración. No soy yo un visitante habitual de esta zona de la Región de Murcia, es más me gusta muy poquito. Ni los panales de abejas ni las telas de araña han sido nunca de mi agrado, es más, me dan un poquito de fobia. Pero sobre todo tristeza.
Cada vez que visito a uno de mis grandes amigos que en verano (merecidamente) holgazanea en sus aguas, imagino como pudo ser esa manga de tierra que orgullosa se enfrentó al mar. Imagino dunas interminables e imagino los días de tormenta en alguno de sus puntos más estrechos cuando ambos mares tuvieran sus luchas por ser el más bravo. Imagino los pescadores de la zona trabajando azarosamente con sus barquitas y sus redes. Me gusta imaginarlo así y me resulta doloroso verlo tal cual es hoy en día.
Y ahora, hoy, cuando algún punto residual queda protegido volvemos a intentar hacerle daño, queremos infectarlo con nuestras sucias manazas. Una pasarela, de madera dicen. ¿Y los pilares en los que se sustentaría? ¿Y la basura que sin duda va a caer al mar? ¿Y el ecosistema que aún pervive? ¿Imaginan una escalera mecánica subiendo al Everest? ¿Un centro comercial en el Coto de Doñana? ¿Porqué no colocamos una cadena de hamburguesas en el Mulhacén? Dejemos algo sin tocar, quitemos nuestros ojos de los últimos estribos del paraíso, por dignidad.
Aunque mucho me temo que cuando el río suena...
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